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Hijos míos, del enemigo el consejo[7]. Sed avisados y prudentes y no os durmáis: hora est iam nos de somno surgere48, es hora de sacudir la pereza y la somnolencia. No olvidéis que lugares de la tierra, que fueron en otro tiempo testigos de iglesias florecientes, son actualmente un erial, donde no se pronuncia el nombre de Cristo. Sería comodidad tratar de justificar ese fracaso, pensando que está en los planes divinos escribir derecho con renglones torcidos y que, al final, la causa de Dios triunfa siempre. Es verdad que Cristo triunfa siempre, pero, muchas veces, a pesar de nosotros.

Sin espíritu belicoso ni agresivo, in hoc pulcherrimo caritatis bello, con una comprensión que acoge a todos y colabora con todos los hombres de buena voluntad –también, sin transigir con los errores que profesan, con los que no conocen o no aman a Jesucristo–, no olvidéis que el Señor dijo: no penséis que he venido a poner paz en la tierra; no vine a poner paz, sino espada49. Es muy fácil prestar atención solo a la mansedumbre de Jesús y orillar –porque estorban a la comodidad y al conformismo– sus palabras, divinas también, con las que nos aguijonea para que nos compliquemos la vida.

Notas
[7]

«del enemigo el consejo»: refrán popular que invita a ser prudentes con los adversarios, especialmente si se presentan pareciendo que buscan nuestro bien: en este caso, san Josemaría invita a desconfiar del marxismo. El tema aparece en la fábula del león y la cabra, atribuida a Esopo; aquí proviene de la versión de Félix María Samaniego (1745-1801), en su fábula del perro y el cocodrilo. Curiosamente, en el § 35b de esta misma Carta, Escrivá lo usa de nuevo, pero en sentido opuesto: a veces, la opinión de un enemigo puede revelar una verdad aprovechable. (N. del E.)

48

Rm 13,11.

49

Mt 10,34.

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